Fechar
Presente!
Usted está aquí: Inicio / Colunma de las Poetizas

Colunma de las Poetizas

copy_of_StioVaniaDinizMissoApoiarAutoreseDivulgaraLiteratura_1314223054682.png

Escritora, Poetisa, Humanista, Presidente fundadora de la Academia de Letras de Brasil/DF, autora de 18 libros y editora y propietaria del Sitio Vania Diniz.

 

Despedida inicial

Vânia Moreira Diniz

La vida ya empieza con la despedida y salimos de aquel encantador y olvidado sitio que nos abrigó durante nueve largos meses, lo más importante de siempre. Lloramos en esa despedida audaz que prácticamente nos saca del lugar que nos dio la vida. Y aspiramos un aire que casi nos sofoca en la hora que empezamos nuestro viaje terreno.

La vida es un desafío que de ojos todavía cerrados, frágiles, impotentes y totalmente dependientes, sin siquiera tomar conciencia de nosotros mismos. Y enfrentamos, entonces, un camino que seguramente tendrán etapas difíciles de finalizar y momentos de una belleza indescriptible.

En aquel traicionero pero fascinante momento del nacimiento, dejamos atrás sensaciones únicas en nuestro desarrollo biológico y espiritual, reminiscencias que quizás quedarán instaladas para siempre en nuestro subconsciente y que orientarán muchos trazos de nuestra psiquis. Imagino la luminosidad incomprensible que antecede nuestra llegada y, como en otras oportunidades, recordaremos sin saber de dónde y cómo, algunas imágenes sepultadas en nuestro interior.

No pedimos para nacer y, de repente, lloramos aturdidos con algo penoso que no sabemos explicar, tan fuerte es el trauma impresionante del nacimiento. Si lográramos, en aquel instante, tener la capacidad para pensar, tendríamos seguramente los mismos delirios insondables, cuando mucho más tarde pensemos en la despedida de la vida, es decir, en la muerte.

El miedo, sin embargo, deberá cuidar a todo ser indefenso que se sienta completamente desprotegido al ser apartado de todo lo que constituyó su mundo de comodidad y protección. Y como si brutalmente fuera arrancado de su raíz y atormentado, expresa ese dolor de la única forma que consigue instintiva y naturalmente: llorando y sacudiéndose.

La despedida inicial quizás sea la más fuerte y ofensiva de toda nuestra historia biográfica. De ahí en adelante las despedidas serán sucesivas y traumáticas. Muchas veces adornadas por las expectativas de un sendero mejor, sueños a realizarse, visiones de idílicas y esperadas escenas que sucederán lejos y tras un viaje o alejamiento. Pero siempre una despedida.

Si pudiéramos entrar a cualquier momento en nuestro más profundo inconsciente y explotar cada impresión dejada, veríamos las secuelas de aquel momento decisivo e impresionante del nacimiento. En ese momento en que se vislumbra una luz desconocida y, principalmente, artificial y los sonidos desconocidos y taciturnos impregnan el recién nacido de un miedo pavoroso. Es el sonido del mundo y, finalmente, él entra quizás con algunos dolores en el difícil umbral de la existencia.

Lo desconocido es siempre tenebroso, y así como no queremos finalizar esa vida por más que ella haya sido dolida, el pequeño ser también sufre ese pavor aunque inconsciente de abandonar su nido, mundo acogedor en que se convirtió desde la concepción: la primera aflictiva y difícil despedida.

 

Miércoles, 24 de agosto de 2011

Hoy me Desperté Recordando

 

Hoy me desperté propensa a las reminiscencias. Sintiendo ganas de recorrer el patio de mi casa en la Calle Barata Ribeiro, en Copacabana, donde en la niñez yo jugaba carreras, intentando un campeonato de patines con mis amigas y cayendo del columpio mientras mi hermano saltaba antes del tiempo.

El balón no se detenía llevándose en cuenta que en esa época mis hermanas no habían nacido, los de mi edad eran solamente varones y me gustaba disputarla con ellos, muchas veces tirándola sin querer en el patio de la vecina, que no estaba dispuesta a participar de los juegos e inmediatamente se quejaba a mi madre.

Cuando estaba cansada de jugar con mis hermanos o primos, corría hacia dentro de casa y, sentada en la oficina de mi padre, buscaba libros en aquella biblioteca inmensa y acababa descubriendo un mundo que siempre me encantó, sumergiéndome en las páginas, lo que me dejaba concentrada, olvidando algunas veces las tareas de la escuela. Leer era mi mundo encantado y me olvidaba de todo lo que estaba a mi alrededor para hacer parte del contenido de los libros que yo disfrutaba compulsivamente.

Escribía con inmenso placer en cualquier momento de mi vida. Y dejaba que las palabras salieran sin censura, esparciendo mi corazón, que necesitaba transmitir con vehemencia. Parecía que yo sólo tomaba consciencia de lo que escribía algún tiempo después de finalizar el texto. Solamente a partir de ahí yo entendía lo que quería decir.

Cuando estaba aburrida o quería quedarme sola me iba hasta la playa, que quedaba muy cerquita de mi casa, y dejaba que mis pies o mi cuerpo se mojaran por las olas blancas y ni siempre mansas. Hablaba con el mar, contaba mis deseos y soñaba inexplicablemente con el infinito, que se me presentaba inalcanzable, como las franjas coloridas del horizonte. Sabiendo de la imposibilidad de alcanzarlas, dejaba que el sol quemara despacito mi piel clara.

Muchas veces alguien de mi casa venía a buscarme, ya enterados de ese paseo casi constante en los días soleados. El mar, la arena clara y el horizonte distante siempre fueron las más encantadoras formas de poder transmitir mis emociones. Y siguen siendo, sólo que me parece que ese mismo horizonte está más cerca y lo siento como algo que se acercó en los días siguientes, en los cuales aprendí a conocer la vida y la forma de tratar de vencer los obstáculos. ¿Eso nos hará más comprensivos en relación al paso del tiempo?

Cuando yo tenía diez años me enteré que mi madre estaba embarazada de otro niño, y yo estaba segura de que sería una nena. Estaba cansada de compartir los juegos de cinco hermanos siempre en discusión constante, y sentía la necesidad de mirar y amar a una hermanita, y fue lo que pasó. Nació una nena y me puse contenta. Con el rostro delicado y bonito, la amé inmediatamente. Comprendí aún muy temprano la necesidad de defenderla llevando en cuenta que era más débil que yo. Enseguida nació otra nena, que también fue algo muy importante para mí, pero Cristina y yo estábamos siempre juntas pese a la diferencia de edad. Nosotras nos comprendíamos mucho. Hasta hoy estamos profundamente conectadas y somos confidentes inseparables.

Todavía reveo los tiempos de niña hace muchos años, cuando miraba acostada en un rincón del jardín mis estrellas brillantes, algunas de las cuales mi hermano mayor y yo les dábamos nombres a la noche en los días de verano.

El colegio Sacré Coeur de Marie, donde estudié, fue algo que me marcó tanto que hasta hoy me reveo y jamás podré dejar de recordar cada día que pasé allá. Y eso que fue un largo periodo desde muy chiquitita.

El tiempo pasó, tuve una adolescencia intranquila, pero lo que me incentivó profundamente fueron las lecciones que aprendí en ese sendero y la certidumbre de que la única forma de ser realmente feliz es saber extender la mano siempre y entender que por algunas veces las cosas que nos molestan nos hacen comprender la vida, ser feliz y desarrollar una maduración sana y comprensiva.

 

Lunes, 12 de septiembre de 2011

 

El paso de Octubre

Octubre pasa llevándose tantas fechas queridas y especiales como lo es el día de Nuestra Señora Aparecida, Patrona de Brasil, el día del Maestro, del Médico, de las brujas, del profesor, del poeta. Y en ese paso la primavera surge y sentimos el aroma de las flores, observamos el brillo del cielo, el canto de los pájaros, la belleza del sol cada vez más alumbrado, que nos deja extasiados.

El día 21 de ese mes, hace muchos años, yo nací, y agradezco a Dios el privilegio que me hace recordar a mis padres con más profundidad y una mezcla de añoranza, emoción y hechos que se cruzan en mi memoria con impresionante nitidez. Hoy es mi cumpleaños y eso no me pone triste por los años que se pasan, pero me recuerda que es el día más importante de mi propia historia.

Y mi vida no tendría más importancia sin las personas que me recibieron aquí en ese mundo tan lleno de altos y bajos.

En ese año en mi casa he hablado incesantemente con mi hermana que vive en Rio y que vino a festejar ese día conmigo y con toda la familia. Recordamos nuestra madre que se fue hace poco tiempo y nuestro padre, que partió antes que ella. Ambos nos brindan el acogimiento de ternura y las enseñanzas que nunca nos faltaron.

Ellos tuvieron ocho hijos, y la casa llena y ruidosa todavía suena en mis oídos con una fuerza extraordinaria. Revemos detalles muy nítidos. Impresiona la fuerza de cada minuto en todo lo que sucedió en nuestras vidas.

Cuando nacemos existe algo que nos impulsa hacia la vida y que al mismo tiempo nos hace llorar convulsivamente debido al oxígeno que se instala en nuestros pulmones, revelándonos inconscientemente el sendero por el cual debemos caminar, ya sin el cordón umbilical que nos conecta a la persona que dedicó el amor más intenso que existe en el mundo: nuestra madre.

Estoy aquí en octubre recordando los días que se pasaron, las personas queridas, los ejemplos fructificados en mi corazón, las personas que encontré, las realizaciones que el mayor arquitecto de la humanidad me permitió llevar a cabo, los amigos que estuvieron y que están hasta hoy a mi alrededor mostrándome cuánta generosidad y amor existen en este planeta, y afortunadamente entendiendo que la vida un día acaba y la certidumbre de que por ello debemos disfrutar cada minuto de estadía en ese mundo bellísimo.

Al mismo tiempo hago una regresión voluntaria y tengo la consciencia absoluta de todo lo que contribuyó para ese amor que llevo en todas las etapas de mi caminada.

El paso de octubre, año tras año, me ha hecho agradecer de forma incisiva ese paso, orientándome para que yo comprenda sus múltiples consecuencias, cada hecho, nunca dejando de apreciar la belleza de la naturaleza y de las personas.

Octubre, para mí, es sol, luz, fascinación en sus mil misterios y me da la certidumbre de que hasta el último día de mi vida comprenderé lo que me hace vibrar cuando pienso cuánto ese mes me puso contenta en los periodos de mi niñez, adolescencia y de qué forma me está conduciendo en la madurez, enseñándome el misterio de intentar ser siempre alguien mejor y más humana. Ése es mi sueño verdadero en esa época en que cosecho los frutos que sembré y trato de sembrar con paciencia las semillas que sigo cultivando.

Agradezco especialmente a todas las personas que pasaron y que actualmente hacen parte de mi vida, enriqueciéndola, y que siguen dándome ejemplos verdaderos de amor y de cariño.


Martes, 1º de noviembre de 2011